Tardes de verano.

Te observo desde la esquina del sofá,

siendo una simple silueta

a la luz del ventanal.

Recostada en tu habitual mala postura

entre dos sillas carcomidas por el tiempo,

con tu viejo libro de hojas amarillas

aquel,

que compramos en un mercadillo

perdido del bullicio de la gran ciudad.

Y así pasan las tardes de verano

tú,

en tu mundo de fantasía

y yo

creando el mío a tu lado.

Deva